Se crea mucho debate en torno al tema de la no presencialidad, tanto entre profesores, como entre los propios compañeros/as.
Este curso más que nunca he elegido, por propia iniciativa y por desmotivación, no asistir a gran parte de las clases. Y no es por vagueza o pereza como muchos/as pueden pensar, sino porque me niego a estar sentada en una silla escuchando durante una hora o dos, los mismos debates, el mismo lenguaje que pretende disfrazar la desigualdad poniéndole nombres bonitos como "atención a la diversidad", repasando la misma teoría que llevamos interiorizando desde que empezamos la carrera,y en fin, perdiendo el tiempo.
Un día en una clase un profesor nos dijo que debíamos decidir que era más importante: la nota de nuestro expediente y seguir las normas sin cuestionarlas, o centrarnos en nuestro propio desarrollo personal, leyendo, debatiendo y reflexionando sobre aquello que realmente mueve nuestros intereses y motivaciones. Yo elijo lo segundo, aunque es hipócrita pensar que llegaré lejos con esta opción.
Aún así, no voy a ir en contra de mis principios, que para eso estoy cursando una educación que yo he elegido que debe ser libre para todos/as, por tanto, es respetable mi decisión, y la de cualquier/a compañero/a que elija no asistir a clase, sea por el motivo que sea.
Estoy cansada de que me manden a la UNED (y de que me la pinten de universidad pública cuando no lo es, echadle un vistazo a los precios de la matrícula y de los libros), de que intenten convencerme de que una carrera como Pedagogía se puede entender a través de libros y apuntes, de hipocresías, de estar sentada en un aula debatiendo sobre qué hay que cambiar en la educación mientras no hacemos nada, no sólo nosotros/as, sino los/as propios/as profesores/as.
"Mi escolarización no sólo fue un fracaso en tocante a enseñarme lo que decían enseñarme, sino que me impidió a tal punto ser educado que me enfurece pensar en lo mucho que podría haber aprendido en casa por mí mismo".
-Bernard Shaw-
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