Cuando estudio ciertas materias, más ahora que es el momento inevitable para ello, siento que estoy estudiando alguna religión sin haber pisado la Facultad de Teología. Parece que existe un mesías o dios que se llama profesor, docente, maestro…del que todo el mundo habla pero que nadie asegura haber visto. Sí, ese mismo de todos los libros, que hasta las paredes de la facultad adoran, que nos guía a todos en nuestro proceso de aprendizaje y que hace de nuestra educación cuanto menos un paraíso: el innovador, el crítico, el reflexivo, comprometido, que analiza las necesidades del alumno, fomenta la participación, mejora la enseñanza, orienta, motiva, que es modelo de actuación, que trabaja para resolver las necesidades educativas.
Pues no, yo no lo veo por ningún sitio y no es que no quiera creer en él, pero mientras don dinero y don estatus manden no hay dios que valga si no es en los relatos que hay en ese universo escrito en el que los propios teóricos se reproducen por endogamia. Lamentablemente…esas teorías con teorías y más teorías y requeteorías de las teorías de (en, con, para, desde, por,) la educación, con sus miles de definiciones y definiciones comparadas, de autores y más autores que analizan a otros autores (y podríamos seguir añadiendo redundancias hasta el infinito) ...lamentablemente como decía, nos llegan por herencia al ser estudiantes de esta facultad y nos las tenemos que creer a pies juntillas. Digo creer porque ¿dónde se pueden palpar de verdad?
Cuento esto por una sencilla razón que todo el mundo “pillará” mucho mejor que toda esta palabrería de más arriba: llega febrero y hemos estado cuatro meses disfrutando de unas clases magistrales que por supuesto nos han realizado como alumnos de la Facultad de Educación, hemos hecho montones de trabajos que nos han ayudado muchísimo a “llevar a la práctica” los conocimientos y sobre todo y lo más importante ¡estamos de exámenes! Por fin podemos demostrar cuánto hemos aprendido y el partidazo que le hemos sacado a los tochos de lecturas que con ilusión hemos guardado en el fondo de la carpeta desde el mes de octubre. ¿Hay algo más bonito que jugarse la nota al examen? Hasta yo misma pensaría que estoy exagerando de no ser porque sé que en la mayoría de los casos es así y porque darme cuenta de que existen multitud de incongruencias sí es una gran verdad que estoy aprendiendo en esta facultad. Que sigan predicando, nosotros seguiremos soñando con profesores como los de nuestros libros.
1 comentario:
Genial entrada, verdades como templos.
Como hemos dicho en muchas ocasiones, al final, quedamos reducidos a evaluaciones tradicionales, la práctica brilla por su ausencia, y la utilidad de muchas clases es nula.
Saldremos vacíos de la facultad, después de haber picado un poco de todo, nos quedamos prácticamente sin nada.
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